Los sueños que mas me gustaban eran aquellos que sucedían a los días en que hacía la segunda cosa que mas me gustaba hacer cuando era un niño.
En este casi siempre reinaba el silencio, había un espacio vacío alrededor que no podía ser llenado de ninguna forma pero yo no era fuera sordo sino todo lo contrario, podía percibir claramente el sonido de mi respiración, cuando me quedaba quieto incluso podía percibir mi circulación. Esto último era un detalle que no recordaba al despertar y no fue sino hasta hace unos años en que pasaba unas horas tratando de afinar el odio con mi guitarra sobre un árbol en los terrenos que una vez mi tío abuelo sembró. Fue en unos días en que me pareció escuchar un leve sonido dentro del árbol, como cuando intentaras absorber el último chorro de leche de un bolsitarro con un orificio enano. Supuse que el árbol se estaba alimentando y que ese shruick, shruick que escuchaba era el absorbiendo nutrientes de la tierra.
De regreso al sueño, simplemente nada hacia ruido alrededor, todos los objetos parecían suspendidos en un extraño estado que no alcanzaba a definir. Subía entonces las escaleras de cemento, las cuales en mi niñez creía hechas de piedra, cuando apareció un animal en el cielo pequeñísimo y lejano, tremendamente curioso y necesitando percibirlo bien, subia las escaleras seguro de que lo vería bien y poco a poco lograba percibirlo con mas claridad, llegando a la conclusión de que debía ser enorme. Se acercaba en un vuelo circular y lento sobre nuestras cabezas cuando un ruido tenebroso, un enorme batir de alas. Entonces mi madre me hacia bajar las escaleras, me ponía a salvo y mirábamos por la ventana. Otra vez era pequeñísimo el animalillo poseedor de tan extraña anatomía, sus patas parecían las de un elefante, las cuatro eran traseras y de color maíz del centro del cuerpo aparecían dos colas de pavo real las cuales utilizaba como alas, una de ellas formaba y adornaba una escalera que te dejaba en las puertas de un ascensor adornado con la otra cola de pavo real, luego ascendías hasta un mirador de forma redonda, ni bien di el segundo paso este empezó a subir, entonces supuse que alguien debía de haberlo accionado se me ocurrió decir detente y al escucharme me di cuenta que el aire había cambiado, ahora escuchaba claramente a mi alrededor, el ascensor se quedo quieto, a mitad de camino no tenia otra opción que seguir. Una vez arriba las cosas se sentían diferentes, como si de pronto hubiera abandonado un lugar muy grande y llenísimo de gente, camine con pasos cortos, por la forma de la entrada daba la impresión que entrabas a un lugar santo, el aire era definitivamente distinto como si oxigenara todo tu cerebro, de un solo golpe animaba a estar muy atento, había una sucesión de colores sobre la entrada, tu debías sincronizar tu respiración con ellos, luego era solo cuestión de seguir con la música de fondo, podías sentarte sobre algo así como una colchoneta de algodón, entonces empezabas a mover el diseño de una ciudad que siempre podía encajarse en una cantidad de posibilidades inverosímil. Claro que todo esto no lo sabría si en una de esas veces no hubiera subido por las escaleras mientras mi madre y el resto de la familia miraba por la ventana y me hubiera permitido a mi mismo mirarlo detenidamente, cuando estuvo a mi alcance lo toque y desaparecimos, fue entonces que vi., todos los detalles que comento.